Tiioya abrió lentamente los ojos. La única fuente de luz era la luna de Nohl. Entraba por la pequeña ventana del techo y era de un tono morado, confiriendo a la habitación un aspecto onírico. Tiioya lo encontraba relajante. Algo contraproducente teniendo en cuenta que tenía que levantarse. Miró esperanzada a su izquierda, al pequeño tarro de cristal que había en su mesilla de noche. Pero enseguida vio que las moscas del tiempo ya habían adquirido un tono algo anaranjado - indicando que Yert saldría pronto. Estaban sincronizadas con la luz y pasaban de naranja a morado cuando se hacía de noche, y de vuelta a naranja al hacerse de día. Las moscas revoloteaban sin parar. Tiioya siempre se había preguntado si alguna vez dormían. Vivían tan solo unas pocas semanas, quizás querían aprovechar al máximo su vida.
Tiioya salió con cuidado de su habitación. En el piso reinaba el silencio, ocasionalmente quebrado por los sonoros ronquidos de Mop y Hena. Entró en la ducha y dejó que la fría agua del río Tem la acabará de despertar. Observó su pequeño cuerpo y se palpó los moratones. Estaba lleno de ellos, sobre todo en las piernas. Apenas había pasado una semana desde su primera carrera pero todavía le dolía todo. Al fin y al cabo, había sido una buena caída - pero había quedado quinta! Sus pensamientos felices fueron interrumpidos por la imagen de Zeljo cayendo y notó un remolino de remordimientos. Esperaba que se pusiera bien.
Un poco más despierta se vistió, cogió su bolsa de trabajo y salió a la calle. Su estómago rugió hambriento pero Mot no le permitía comer en casa. No des de que había encontrado trabajo en la cocina de la posada del puerto. Lo justificaba diciendo que las sobras de la cocina deberían bastar.
Cuando salió al exterior las calles aún estaban sumidas en la penumbra. Pero Yert empezaba a despuntar entre las montañas y el púrpura y el naranja se mezclaban en las fachadas de los edificios flotantes. Era el momento favorito del día para Tiioya. Un día más, nuevo y sin empezar - lleno de posibilidades. Un día más cerca de huir de todo esto.
Tiioya se puso la mochila en el hombro y andó con paso firme calle abajo. Aunque era todavía temprano, el pueblo de Limt estaba siempre activo. Se encontraba en las orillas de Tem, uno de los mayores afluentes de Zast desde el sur. Y eso hacía que fuera una de las vías comerciales más importantes. El puerto siempre estaba lleno de barcos mercantes y pescadores de todo tipo. A Tiioya le fascinaban los barcos y, a veces, se podía pasar horas contemplando el ir y venir de los navíos.
A su alrededor, mujeres y hombres caminaban con rapidez hacia el puerto. La mayoría de comercios se encontraban ahí. El resto del pueblo estaba construído en la falda de una colina que bajaba suavemente hasta el río.
Desde su calle, Tiioya podía observar con claridad los pequeños edificios ancaldos al suelo que bajaban escalonadamente hasta el agua. Varias luces titilaban a lo largo de los muelles. En uno de ellos, una silueta se recortaba majestuosa. Era el barco más grande que jamás había visto. Si estaba en lo cierto, se trataba de un navío de exploradores.
Tiioya se paró en medio de la calle, sorprendida. Detrás suyo, varios hombres y mujeres se quejaron mientras la esquivaban. Pero ella se quedó de piedra. Había muchas historias sobre los exploradores y sus aventuras en las profundidades de Zast. Eran contratados por los uokkets para investigar la fauna y flora del río para su explotación. Eran de los pocos trabajos dónde se encontraban las tres razas a la vez. Las expediciones normalmente contaban con la financiación de los gigantes, que tenían intereses puramente científicos. A lo largo de los años, habían hecho grandes descubrimientos como el de los peces luminosos. De hecho, estos empezaban a sustituir a las velas tradicionales pero todavía eran demasiado costosos para la mayoría. De hecho, Tiioya nunca había visto a uno. Se decía que los uokkets estaban intentando crear grandes piscifactorías para su reproducción en masa.
Como el resto de embarcaciones, el gran navío estaba hecho de madera y tenía las velas invertidas. Los ríos de Tepor tenían la peculiaridad de te tenr siempre una fuerte corriente. Su agua albergaba diminutas partículas de hierro que eran atraídas por el campo magnético del planeta, haciendo que los ríos fluyeran constantemente. Eso era perfecto para los barcos ya que no había mucho viento en el ecuador del planeta. Y era debido a este imparable corriente que los barcos tenían las velas invertidas. Navegar los ríos significaba masterizar el arte de frenar.
En ese momento el río estaba parado. El campo magnético de Tepor cambiaba de dirección una vez al año. Esto afectaba al comercio ya que entre los cambios había un período dónde el río dejaba de fluir. Era conocido como la Calma y dividía el año en dos estaciones: contra y corriente. Durante la Calma la marea bajaba y dejaba al descubierto las plantaciones de algas que habían crecido debajo del agua. Estas cubrían un tercio de la colina del pueblo; se extendían por debajo de los edificios que flotaban anclados al suelo por recias cadenas. Ahora que la marea estaba baja al menos no tenía que coger una barca para llegar al trabajo, le gustaba más caminar.
Tiioya siguió andando mientras contemplaba el barco, tenía una forma alargada, como una gran canoa. Había oído que los barcos de las expediciones tenían incluso imanes que les permitía tirar marcha atrás, aunque de manera muy lenta. También había gente que afirmaba que contenían asteroide pesado en su interior y depende de su distribución podían hacer que el barco se sumergiera en el agua para explorar sus profundidades. Se estremeció solo con el pensamiento de estar rodeada de tanta agua. Prefería el espacio, al menos ahí tenía más libertad.
La luna de Nohl había desaparecido y Yert iluminaba con fuerza las primeras fachadas de la orilla. Incluyendo la posada donde trabajaba Tiioya. Era en realidad un buque de guerra que se había adaptado para convertirlo en una posada. El buque era antiguo y hecho de un metal oscuro que ya estaba oxidado. Aunque todavía flotaba Tiioya dudaba de que fuera capaz de navegar pues no tenía ni siquiera velas. Tan solo algunos mástiles carcomidos que se levantaban inclinados hacia el cielo. Observó el buque atracado en el muelle cuatro con una mezcla de desprecio y melancolía. Un cartel con el nombre "Gemord" escrito en él colgaba de la entrada, mecido por el viento. Era un trabajo duro pero se divertía, suficiente para compensarlo al menos.
A medida que se acercaba al puerto Tiioya empezó a notar el olor a pescado y alga. El fuerte aroma de las distintas especies flotaba denso en el aire. Con el tiempo se había acostumbrado. Aunque aún recordaba las primeras náuseas y arcadas cuando fue adoptada por Mot a la edad de seis años.
Mientras cruzaba la rampa de hierro que conducía a la posada vio que el agua había subido, solo debían faltar unas pocas semanas para que se acabara el período de Calma.
- Llegas tarde! Muévete por tus muertos! - gritó una potente voz que se arrastraba lentamente por el aire de la posada.
Tiioya se giró medio sonriendo. Tapoc, el chef de cocina se encontraba cortando patatas con una rapidez excesiva. Aunque siendo un gigante, tampoco era muy rápido. Tenía la piel más oscura que la mayoría de gigantes y se recogía la papada con una goma elástica que le corría por encima de las orejas. Era también un poco bajo para ser un gigante y tenía una gran barriga que le envolvía el tronco como un grueso flotador. Su mirada naranja era penetrante y tenía siempre el ceño fruncido.
A Tiioya todavía le sorprendía que hubiera acabado como chef. Los gigantes eran lentos, no era la raza más apta para trabajos como ese. Pero era popular entre la gente por sus experimentos culinarios. Tapoc había sido expulsado y vetado de los laboratorios por ser demasiado ortódoxo con sus métodos. Había provocado tantas explosiones (con suerte nadie murió) que se rumoreaba que tenía sangre nohl en las venas. Y su baja estatura no ayudaba a contrarrestar estos rumores. Había encontrado su sitio en la cocina, dónde la falta de normas y protocolos le dejaba banda ancha para hacer su ciencia, siempre que nadie muriera envenenado.
Tiioya había probado la mayoría de sus platos y tenía que decir que eran una cosa espectacular. El problema era todos los intentos fallidos hasta llegar al plato - estos solían ser horribles y muchos. Pero tenían un trato. Ella se ofrecía de conejillo de indias y él la dejaba comer las sobras. De momento, esto había resultado en varios accidentes menores (ceguera temporal en un ojo, sarpullidos en las axilas, pérdida temporal del gusto del dulce, etc.) y un dolor de barriga que la había dejado tres días en cama. Pero merecía la pena poder comer gratuitamente - de momento.
Tiioya evitó la mirada de Tapoc y se dirigió casi corriendo al vestuario para cambiarse. Pero su voz se abrió paso hasta ella, como una gran ola que inexorablemente se mueve hacia tí y te atrapa.
- Tiioya, ven aquí! Necesito que pruebes esto.
Tiioya se dio la vuelta asustada. Hoi, el sous-chef, la miró con los ojos chispeantes mientras afilaba un gran cuchillo para cortar pescado. Era un uokket y le encantaba ver a Tiioya sufrir probando los platos. Aparentemente, lo encontraba muy gracioso. Tiioya lo odiaba. Pero tenía que comer. Se acercó vacilante a Tapoc, que ya había sacado un gran fuente humeante del horno. En su interior había una gelatina verdosa y grumosa. En sus profundidades, unas formas alargads de color marrón se movían...
- Eso... Son... ¡Son gusanos vivos! ¡No puedo comerme eso! - exclamó Tiioya asqueada mientras retrocedía un paso.
Hoi dejo escapara un pequeña risita y ella lo fulminó con la mirada.
- No están vivos, son espasmos! He conseguido que la gelatina los active y les haga desprender unas enzimas que le dan un toque ácido excelente - dijo Tapoc con un gran sonrisa, parecía muy orgulloso de su trabajo.
- Con encimas te refieres a que se están cagando muertos? - pregunto Tiioya.
Tapoc no contestó y lleno de gelatina una cuchara de madera. Se la acercó con cuidado. La gelatina temblaba mucho. ¿Era por los espasmos de los gusanos? Tiioya no quería saberlo. Tapoc la miró insistente y Tiioya cogió con cuidado la cuchara. Hoi estaba de brazos cruzados apoyado en la encimera con una sonrisa de oreja a oreja. Era mejor acabar con esto cuanto antes, se dijo Tiioya. Cerró los ojos y se puso la cuchara en la boca intentando tragar los más rápidamente posible. Una mezcla de sabores le lleno el paladar. Era muy amargo, como un vino rancio mezclado con queso azul. Aunque no era una combinación del todo desagradable. Pero a medida que masticaba la gomosa textura, pequeñas explosiones de ácido recorrieron su boca como bombas lanzadas por aviones de caza. La caca de gusano... Quemaban como pequeñas hogueras esparcidas por su lengua. Tragó con rápidez mientras le lloraban los ojos.
- Y bien?
Tiioya abrió los ojos. A través de las lágrimas vio la cara de Tapoc que la miraba expectante. Su boca aún ardía como los restos de un incendio.
- Es... una combinación interesante... - Tiioya tosió con fuerza - pero le pondría muchos menos gusanos, es.... definitivamente demasiado ácida. No sé qué pensar de la textura, creo que es demasiado gomosa.
Tapoc asintió pensativo mientras lo anotaba en la pequeña libreta que siempre llevaba en el bolsillo delantero de su delantal. Al fondo, Hoi rebosaba de felicidad mientras los otros cocineros trabajaban. Tiioya lo ignoró y se bebió con ansia medio litro de agua de una de las jarras de la encimera.
- Bien. Gracias Tiioya. Ahora ve a cambiarte, hoy Ramja necesita ayuda en el comedor. Tenemos a un gran grupo de exploradores hospedándose esta noche.
Tiioya asintió y salió de la cocina. Mientras se dirigía hacia el vestuario no pudo evitar sonreír. Tenía mucha curiosidad por conocer a esos exploradores. Seguro que traían increíbles historias de sus largas expediciones.
Al cabo de unos minutos se encontraba en la parte superior de la posada. Ramja ya estaba limpiando la barra - era humana, como Tiioya. Su constitución era huesuda y era más alta que ella. Tenía los pómulos tan afilados que parecía que el hueso le iba a perforar las mejillas. Siempre llevaba su pelo azul recogido en un alto moño y unas gafas violeta le colgaban de una cadena de oro del cuello. Tiioya había oído decir que había sido piloto pero ella siempre ignoraba sus preguntas o desviaba la conversación si le sacabas el tema.
- Gracias a los ríos que estás aquí, venga que hay mucho trabajo que hacer - dijo Ramja sin ni siquiera mirarla.
Tiioya se paso toda la mañana y tarde fregando el suelo, las mesas y cargando cajas arriba y abajo. Al parecer, el equipo de exploradores contaba con más de cincuenta tripulantes. La posada no estaba acostumbrada a tener tanta gente a la vez. Ramja se encargó de traer los barriles de cerveza y vino y limpiar centenares de vasos y copas.
Mientras limpiaba el suelo de la terraza de las cagadas de los pájaros, Tiioya pudo observar el barco de los exploradores de más cerca. Era gigantesco y muy alargado, como una gran bala de madera oscura. En los laterales tenía algunos arañazos de gran tamaño- ¿Eso eran garras? Debían ser tan solo causa de choques con las piedras de los acantilados, se dijo Tiioya. ¿No había seres tan grandes en el río, no? Tiioya reparo en numerosos restos de moluscos y algas en la parte superior del casco. Que extraño, esa parte no estaba sumergida en el agua. Era posible que esos navíos fueran capaces de sumergirse en en las profundidades cómo contaban las historias?
Tiioya se sentó exhausta en una silla cuando Yert ya empezaba a esconderse y Nohl aparecía tímido en el horizonte. Pero no le dio tiempo a descansar mucho, unas voces se empezaron a escuchar en el piso de abajo. Al rato, un numeroso grupo comenzó a llegar por las escaleras que subían al comedor. Eran los individuos más interesantes que Tiioya había visto jamás.
Para empezar, los exploradores eran una mezcla de humanos, gigantes, y uokkets. Y de los dos géneros. Había gigantes con barbas tan largas que las llevaban recogidas en recias trenzas que se escondían en sus bolsillos. Parecía que tenían un bolsillo destinado para cada una. Había gente de todas las alturas - gigantes bajos, humanos altísimos y uokkets con caras amigables. Todos llevaban un mono de color naranja apagado y caminaban con seguridad por la posada.
A medida que se sentaban Tiioya pudo verlos más de cerca. Se dio cuenta de que largas e intrincadas vetas blanquecinas cubrían las caras y manos de toda la tripulación. Eran los restos de sal del río. Sus rostros eran morenos, con alguna cicatriz y llenos de rozaduras, áreas de piel quemada por el Sol y barbas sin recortar. Eran pieles que habían vivido, vivido de verdad. Expuestas a los elementos. Sol, lluvia, río, frío, calor, nieve, viento. Pieles arrugadas por el tiempo, las canciones y las sonrisas. Anchas manos llenas de callos. Mapas de una vida bien vivida.
- Tiioya! - gritó Ramja. Se encontraba detrás de la barra llenando jarras de cerveza, una cola de exploradores se había empezado a formar delante de ella.
Tiioya salió de su ensimismamiento y se levantó rápidamente a ayudar. Pronto la bebida circulaba libremente y Tiioya empezó a traer platos humeantes de la cocina. Tapoc no se había arriesgado esta vez - solo sirvió sus mejores platos. Estofados de peces violetas del río con patatas locales rellenas de queso fresco y moscas del tiempo, pan de semillas de aholí tostado, arroces con crema de zanahoria adobada en limón y nueces... Tiioya recordaba cada uno de ellos, especialmente sus primeras asquerosas versiones y cada una de las reacciones de su cuerpo. Aún así, le entró mucha hambre y tuvo que resistir comer nada - ya tendría tiempo luego, se dijo.
No paró de trabajar durante al menos dos horas. Nunca había visto a un grupo tan grande y tan hambriento. Tragaban más deprisa de lo que respiraban. Como una grán máquina que necesita combustible constantemente para funcionar. Finalmente, el ritmo se calmó con los postres (unas natillas de aguacate con miel y vainilla) y el café. Ya era tarde y Nohl entraba por las ventanas sin pedir permiso - pintado de violeta los cristales de las copas. Gran parte de los miembros de la tripulación ya se habían retirado a dormir pero todavía quedaba un grupo de cuatro que había salido a fumar a la terraza. Eran un gigante, un uokket y dos humanos.
Tiioya no pudo evitar la curiosidad y se acercó a la terraza haciendo ver que barría el suelo. Había empezado a llover y las gotas repiqueteaban como si fueran un percusionista ebrio.
- ...digo en serio Rego. Aquel día pensábamos que íbamos a morir todos.
Hablaba uno de los gigantes. Era muy alto, con unas manos grandes como sartenes. Tenía tres trenzas que se escondían entre su larga barba naranja.
- Podía haber sido los vapores de la combustión de las algas subterráneas Yeps. Todos saben que son alucinógenos.
Había hablado una humana. Le daba la espalda a Tiioya y no podía verle bien la cara. Era alta para ser una humana pero muy esquelética. Soplaba una leve brisa y parecía que en cualquier momento se iba a desmontar, como un castillo de cartas. Tenía una mata de pelo negro que apuntaba en todas direcciones.
- Has estado expuesto a ellas mucho más que yo Rego. ¿Has visto acaso algo parecido? - respondió Yeps.
Rego se quedó callada y Yeps dio una larga calada a su cigarro de algas. Un humo azulado se escapó de sus orificios nasales haciendo remolinos. El silencio reinó durante unos segundos. Las lámparas que colgaban de las paredes exteriores se mecían con el viento y su luz proyectaba largas sombras. Una dulce pero fría voz atravesó la quietud del momento.
- No es la primera vez que algo así sucede.
Había hablado el uokket. Estaba sentado a la derecha de Yeps, fuera del toldo. Su rostro estaba mojado por la lluvia y las gotas se atascaban en el valle de una larga cicatriz que le recorría la mejilla derecha. Como un río que desembocaba en su barbilla. Tenía el rostro serio con unos labios finos y morados. Sus ojos completamente negro azabache no parpadeaban. Tiioya sintió un escalofrío - no le gustaba cuando no podía saber hacia dónde miraba alguien.
- ¿Qué insinuas Pat? - susurró Rego mientras se inclinaba hacia delante.
- ¿Has estado hablando con Trom verdad? - dijo una nueva voz de tono más grave.
Tiioya se inclinó para ver mejor a quién hablaba. Un humano musculoso que llevaba el uniforme abierto por el pecho. Estaba completamente afeitado, incluidas las cejas - y, junto a su piel pálida, parecía que estaba más muerto que vivo.
Pat se giró hacia él con los labios más apretados.
- Sí. Pero esto ya viene de antes. Hay algo aquí que huele mal Domt. He escuchado historias parecidas en las cámaras de comercio.
- Pff... Tu y tu raza sois demasiado supersticiosos - dijo Domt mientras se reclinaba en la silla.
- Eso lo dice el que se besa ese estúpido collar cada vez que zarpamos - dijo Pat con tono enfadado.
Domt se tocó instintivamente una cada plateada que le colgaba del cuello pero no dijo nada.
- Algo está sucediendo y no sabemos qué. Atribuirlo a rumores no niega lo que Yeps y yo vimos en esa expedición - continuó Pat.
De nuevo, silencio.
- Parece que estamos llegando a un límite... - dijo Yeps pensativo.
Rego hizo ademán de decir algo pero Domt se levantó de repente de su silla. Se le veía inquieto. Su mano cogiendo la cadena de plata.
- Pero eso supondría que... - empezó a decir Domt. Pero se detuvo cuando reparó en Tiioya.
Sus ojos verdes la miraron con curiosidad y el silencio cayó sobre el grupo. Rego se había girado y la miraba con interés. Tenía un rostro afilado y unos ojos llenos de venas rojizas que serpenteaban libremente alrededor de un iris violeta. Su nariz era larga y tenía una frente demasiado ancha para su cara. En sus ojos Tiioya también vió miedo, mucho miedo. Quizás podía preguntarles... No perdía nada. Pero cuando intento abrir la boca notó algo muy grande dentro. Era... Era su lengua... Se había hinchado hasta llegar a tres veces su tamaño. Un escozor familiar le empezó a recorrer su paladar. Tiioya se sobresaltó dejando caer la escoba que resonó por el suelo de madera. Debía ser una reacción a esos estúpidos gusanos de Tapoc. Al fondo de la habitación Ramja giró la cabeza hacia ellos y se puso las manos en la cintura.
- Tiioya! Ven aquí ahora mismo.
Tiioya recogió la escoba y su mirada se detuvo una vez más en el grupo. Y lo que vió fue miedo. El mismo miedo de los ojos de Rego. Como un oscuro manto que les cubría. Miedo en un grupo que había surcado tormentas. Miedo en un grupo al que pagaban por enfrentarse a la muerte a diario.
- Tiioya! - la voz de Ramja se abrió paso hasta ella como una flecha.
Se dió finalmente la vuelta y se dirigió a la barra. Vio por el rabillo del ojo que Domt se sentaba y frotaba los ojos cabizbajo.
Con la lengua hinchada y la cabeza llena de ideas que crecían como enredaderas llenas de espinas, Tiioya no durmió bien esa noche. Aún la asaltaban esos ojos violeta de Rego que miraban a algo que ella no podía ver. Algo aterrador.
Crec que hauries de dibuixar un planol de planeta i ciutat i un diccionari de noms, races, plantes i gent.
Ah , encimas s'escriu amb Z, enzimas
Gracias a los ríos que ya hemos recibido el segundo capítulo👏🏼👏🏼
M' està agradant molt 👌🏼
Quan tornis a casa et faré un menjar especial de gelatina amb espasmes enzimàtics🐛🪱🐛🪱