7 años antes
Tiioya sacó la cabeza del vestuario para contemplar el estadio. Se estaban llenando rápidamente. Había capacidad para unas cinco mil personas y las gradas de piedra pesada rodeaban el circuito ovalado de forma escalonada. En ambos extremos del estadio había más gradas que se alzaban por encima del resto, los palcos reales - de momento vacíos. Era la primera vez que veía a tanta gente junta y no le gustó sentir que la rodeaban y la superaban en número de manera tan aplastante. Alzó la cabeza y vio a Yert brillaba con fuerza en el cielo azul, seguido muy cerca de la púrpura Nohl - ese era su objetivo, algún día volaría entre las estrellas se dijo. Por ahora, tenía que empezar ganando carreras.
Hoy era festivo y mucha gente había venido a pasar el día con sus familias o a apoyar a algún conocido que competía en las carreras. Había una mezcla de las tres razas del planeta: epots (a la cuál pertenecía Tiioya), gigantes y uokkets. En el ecuador de Tepor era normal que las razas se mezclaran pero a Tiioya le parecía muy extraño verlos a todos juntos, su pequeño pueblo al sur del río era un poblado mayoritaiamente de epots, no solía ver a muchas otras razas, al menos no a la vez. Los gigantes tenían un rostro verde y amargado, pero era comprensible considerando que al ocupar más de un asiento tenían que pagar el doble para poder sentarse en las gradas. Aunque también es verdad que Tiioya nunca los había visto con otra cara. También se podía ver a algún nohl curioso que estaba de visita - no eran muchos pero normalmente siempre había un puñado de ellos explorando Tepor o haciendo explotar cosas sin permiso. A pesar de su baja estatura (le llegaban a la cintura) sus rostros granates y grandes ojos blancos hacían que fueran inconfundibles en la multitud. Como pinceladas rojas trazadas al azar sobre muchedumbre.
El estadio se encontraba flotando encima del río Zast - que era, con diferencia, el río más largo, ancho y profundo de Tepor. Recorría todo el ecuador del planeta, el único río cerrado de todo el sistema solar. En ciertos puntos podía llegar tener una anchura y profundidad de varios kilómetros. Nadie había llegado al fondo, al menos los que lo había intentado no habían vuelto. De él nacían varios afluentes que desembocaban en lagos a lo largo de todo el planeta. Controlar el río significaba controlar la economía ya que era la principal ruta comercial del planeta. Y, por bien o por mal, de eso se encargaban los uookets. Había algunos en las gradas y Tiioya no pudo evitar observarlos - eran tan diferentes a ella. Tenían el rostro azulado con la piel moteada de un azul más oscuro. Sus ojos eran pequeños y negros como el carbón. Tanto sus manos como sus pies eran palmeados y se sentaban con elegancia. A Tiioya le daban miedo, su rostro afilado y la falta de blanco en los ojos hacía que fueran difíciles de leer. Tenían reservados los mejores asientos - Tiioya vió que algunos de los palcos se empezaban a llenar con uookets. Aunque no eran realeza eran los más ricos del planeta y, sobretodo, a lo largo del río tenían mucha influencia. Todos llevaban consigo una caja llena de agua en la que sumergían la cabeza de vez en cuando. Al fin y al cabo, eran anfibios. Podían estar fuera del agua varias horas pero preferían mantenerse húmedos.
Tiioya siguió recorriendo la vista por todas las gradas pero no vió a Mot
por ninguna parte. Enterró su decepción y una parte de su corazón se endureció. Cabizbaja, volvió a meterse en los vestuarios - un barracón cilíndrico de madera pintado de rojo que se alzaba como una pequeña torre inclinada con un mirador y una campana en la cima. Desde ahí era desde donde el árbitro contemplaba la carrera.
Cerró la puerta y observó a sus contrincantes - todos venían de escuelas de pilotos y eran al menos tres años mayores que ella. Altos y musculosos, con miradas altivas y las manos llenas de callos de sus prácticas. Eran todo chicos, raramente una mujer llegaba a ser piloto. Por desgracia, era una profesión muy arraigada en los hombres. La ignoraban completamente. O la feroz mirada de Tiioya les resultaba intimidante o creían que ese era el insulto más eficaz. Sospechaba que lo último. Y por desgracia así era - le dolía no ser aceptada, más de lo que quería admitir. Pero su vida siempre había sido así, incluso en su propia casa era una intrusa. Ni siquiera Mot, su padre adoptivo, no se había dignado a venir. Suspiró y, como siempre, escondió esos pensamientos. Esperaba encontrar su lugar fuera de Tepor. Era eso lo que la hacía querer ser piloto. Algún día voy a escapar de una vez por todas de este maldito planeta, se dijo mientras se ponía los guantes de cuero. Poder inscribirse en esta carrera le había costado un año de ahorros pero merecería la pena si eso le permitía alejarse de todo esto. Las carreras eran la manera más fácil de hacerse destacar para entrar en la academia espacial. Un fuerte gong proveniente de la campana de los vestuarios resonó indicando que era hora de prepararse.
Los propulsores estaban ya listos detrás de la línea de salida. Se usaban especímenes jóvenes para las carreras - los adultos estaban reservados para el espacio ya que se reproducían muy lentamente y no había demasiados en Tepor. Además, un propulsor adulto saltaba demasiado, podría seguramente recorrer un circuito como ese en dos saltos.
Su aspecto siempre la había fascinado. Mientras que a la mayoría sentían cierta repulsión hacia ellos, a Tiioya le parecían muy bonitos. Los propulsores eran una especie de crustáceos gigantes. Todo su cuerpo estaba recubierto de una coraza rocosa (normalmente gris) con intrincados patrones en forma de relieves. Su color podía variar según el animal, llegando a colores cómo el verde esmeralda o el azul eléctrico en algunos casos. La armadura estaba dividida en varias partes para darle movilidad. Esta le crecía de forma natural al comer la piedra de asteroide pesado, era más densa cuanto más comía, aunque algunas de sus partes inferiores como el vientre estaban al descubierto. Su cabeza era achatada y pequeña en comparación al cuerpo, la cubría una placa superior de coraza en forma de plato con dos largas antes que se mecían con el viento. A ambos lados tenían dos grandes ojos como gemas brillantes. Pero lo que más destacaba era sin duda sus enormes patas que permanecían flexionadas en la parte anterior del tronco cuando se encontraban en posición de reposo. Sus rodillas se alzaban varios metros por encima de su torso. Esas patas tenían una fuerza enorme, les permetía saltar decenas de metros. Acababan en unas garras de tres dedos con las que se sujetaban en la roca de manera tan firme que era imposible que cayeran. Dos patas muy pequeñas y finas les colgaban del vientre, justo debajo de la boca, solo las usaban para comer.
Tiioya miró con dudas a su montura. Era, sin duda, demasiado joven, incluso para las carreras. Medía dos cabezas menos que el resto y el color de su coraza era de marrón pálido muy feo. El resto de propulsores tenían colores hermosos y Tiioya no pudo evitar sentir envidia. Pero era el único que había podido alquilar para competir. Se acercó y le acarició la pata derecha. De repente, el propulsor le lamió la cara y empezó a dar botes girando sobre sí mismo - era literalmente un niño demasiado emocionado para controlarlo. Tiioya lo miro tristemente, debía ser su primera carrera - al menos tenían algo en común. A su alrededor, vio que los demás la miraban con burla. Junto a sus propulsores más maduros y calmados. Se encerró en sí misma y miró con firmeza a su propulsor mientras leía en voz alta su nombre escrito en el lateral del arnés de montura:
- Zeljo!
El propulsor se paró en seco y la miró fijamente con unos grandes ojos naranjas por la combustión reciente. Eran como dos gemas redondas y cristalinas, se vio a sí misma reflejada. Tiioya sonrió y le acarició la barbilla. En sus prácticas en las calles se había dado cuenta que los propulsores siempre hacían caso a sus nombres. Al fin y al cabo, era importante establecer un fuerte vínculo entre la piloto y su propulsor. Las emociones de uno podían afectar a su montura fácilmente, y viceversa. Notó que la tormenta interior de Zeljo se calmaba - aunque todavía estaba ahí, era más contenida. Era importante tener esa tormenta interior activa en todo momento, una carrera requería energía, pero tenía que ser controlada.
Tiioya se puso su casco de color blanco roto con el número 18 pintado en verde y sus gafas de vuelo mientras se subía a la montura. Desde esa altura pudo distinguir con más claridad el circuito. Medía unos setecientos metros y la carrera consistía en cinco vueltas. Era un terreno arenoso con algunas partes rocosas y altas paredes hechas de asteroide ligero en las curvas. No era un circuito fácil. Había zonas fangosas e incluso un pantano a mitad de recorrido. Tiioya observó que había varios trozos de asteroide ligero anclados en zonas estratégicas cerca del barro y el pantano. Eran como las plataformas de salto para salir a órbita que usaban los pilotos espaciales pero mucho más pequeñas y rudimentarias. Tiioya memorizó con rapidez sus posiciones, tendría que usarlas o arriesgarse a ir más lenta por las paredes empinadas. Los propulsores no eran seres de agua, se hundían con facilidad en cualquier superficie no sólida como la arena y no sabían nadar - por eso era importante evitar esas zonas a toda costa.
La primera campana sonó y los pilotos se posicionaron - eran diez en total. Por ser novata, a Tiioya le había tocado estar en última posición. Segunda campana, la grada rugió, se escucharon los crujidos de los asientos bajo el peso de los gigantes cuando estos se levantaron muy lentamente para animar. A Tiioya le parecía raro verlos en las gradas de una carrera de propulsores, siempre se había preguntado qué los traía ahí. Al fin y al cabo, tenían prohibido participar y menos presentarse cómo pilotos espaciales - eran demasiado lentos y pesados, montar un propulsor requería muchos reflejos y ser ligero. Suponía que ver las carreras era lo más cerca que podían estar de montar un propulsor. Por unos segundos sintió pena por ellos, pero descartó ese pensamiento rápidamente y se concentró en controlar a Zeljo que se movía inquieto con la lengua fuera. Ella había tenido muchas dificultades en su vida, nada era justo. Así era y no cambiaría nada soñar en lo que no podía ser. Los gigantes eran científicos, su raza pilotos. Así debía ser.
Aunque no era una carrera profesional (Tiioya tan solo tenía trece años) se sintió como si estuviera en la final de un campeonato. Miró una última vez a las gradas y no vio a nadie que pudiera reconocer. Cerró su corazón a un sentimiento que le subía por la garganta y miró adelante.
Gong! Tercera y última campana. La carrera había empezado.
A su alrededor se formaron nubes de polvo entre los primeros saltos, llenos de gritos de euforia. Zeljo dio un salto un poco pobre y quedaron rezagados. Pero consiguió avanzar en la primera curva y situarse en novena posición. Montar un propulsor requería mucha concentración. Cuando se montaba, el piloto y el propulsor debían ser uno en mente y cuerpo. Tiioya usaba las riendas del arnés para dirigir a la criatura y sus rodillas para articular cada salto pues los propulsores rara vez caminan, estaban hechos para moverse siempre saltando.
Tiioya sentía el viento en la cara y la tormenta rugiendo en su interior. Zeljo parecía estar concentrado, como si hubiera comprendido que esta era la primera oportunidad real que se le daba y no quisiera defraudar a Tiioya por haberle elegido - aunque realmente había sido su única elección, no tenía suficiente dinero para alquilar otro más adulto. Los ojos de Zeljo brillaban con furia con un color naranja y un centro rojo intenso, producto de la constante combustión de asteroide pesado.
La primera vuelta fue bastante bien. Tiioya iba a buen tempo con los saltos, flexionando sus piernas cuando Zeljo lo hacía con las suyas. Concentrada siempre en pisar terreno seco. Usó con eficacia las plataformas flotantes y voló entre ellas con un zig-zag tan rápido que la mareó un poco. Consiguió llegar a la línea de meta completamente seca y en séptima posición. Repitió una ruta similar en la segunda vuelta. Pero al estar ya más familiarizada con el circuito consiguió recortar unos segundos preciosos que la dejaron en cuarta posición. Estaba emocionada - se sentía feliz en el aire. No entendía como los demás pilotos iban tan lentos. Había entrenado mucho en la calle con propulsores alquilados pero esto no tenía nada que ver, podía tener un don para eso?
La tercera vuelta empezó genial, consiguió adelantar a un piloto en la primera mitad y se colocó en tercera posición. Y fue entonces cuando empezó a tener serios problemas. Había subestimado los efectos del cansancio, tanto en ella como en Zeljo. Los propulsores eran animales generalmente mansos. Es verdad que podían saltar mucho pero no lo hacían durante tiempos muy prolongados - eso requería mucho entreno, algo que tanto ella como su montura no tenían demasiado. Además, los pilotos espaciales los usaban en el espacio donde la falta de la gravedad y atmósfera hacía que moverse fuera menos exigente que en tierra.
A Tiioya le empezaron a quemar las piernas y notó que estaba empapada de sudor. Le dolía el cuerpo de la tensión y los constantes saltos. Reparó en que Zeljo tampoco estaba a su cien por cien. Ahora entendía porqué los otros pilotos iban más lentos, estaban racionando sus energías y evaluando a los demás para ver cuando debían subir el ritmo. Y ella se había cavado su propia tumba al gastar toda su energía en las primeras vueltas. Maldijo entre dientes mientras el sudor le caía por la frente. Gordas gotas perlaban sus gafas y tenía dificultad para ver lo que tenía delante.
Tiioya estaba tan cansada que no vio venir a un piloto por su izquierda que venía con clara intención de empujarla a un lado. Eso era jugar sucio pero no era ilegal en las carreras. Consiguió desviarse para esquivarlo pero no vio que se dirigía a una de las zonas de barro. Y... Chof! Zeljo se hundió hasta las rodillas y gimió frustrado. Tardó varios segundos en poder sacar a Zeljo del barro, tuvo que bajarse y ayudarle empujando sus patas recubiertas de barro pesado. Primero una y después la otra. Zeljo la miró con tristeza y miedo, le había fallado, Tiioya le devolvió la mirada con dureza a esos ojos naranjas. El color rojo intenso del centro se había reducido mucho, no le quedaba mucha combustión. Los propulsores comían asteroide de tipo pesado para usarlo como combustión interna y generar energía. Sus estómagos eran literalmente hornos y sus ojos eran el mejor indicativo de su energía actual. Se subió sin decir nada. No era momento de disculpas, aunque la culpa había sido más de ella que de su montura. Pero Tiioya no podía sucumbir a las emociones, no en una carrera. Apretó las rodillas y Zeljo se incorporó al circuito en octava posición. Tiioya grito enfadada pero su viento fue llevado por el aire y nadie lo escuchó.
En la cuarta vuelta Tiioya estaba en las últimas. Dos pilotos más la adelantaron sin apenas esfuerzo y quedó de nuevo última. Decidió mantener un ritmo lento hasta la última vuelta para ganar energías y darlo todo al final. Bebió un largo trago de agua de su cantimplora y cruzó la meta, aún última. Era hora de todo o nada. Apretó las rodillas y aumentó progresivamente el ritmo consiguiendo a avanzar dos posiciones. Tenía un plan. Mientras terminaba la cuarta vuelta había visto que los asteroide ligeros que flotaban encima del pantano se alzaban hasta una altura considerable. La mayoría de pilotos usaban las paredes de la curva o algunas de las plataformas más bajas - pero nadie usaba las más altas, estaban muy arriba y caer desde esa altura era peligroso. Si Tiioya conseguía llegar al borde de la pared lateral podía impulsarse con fuerza suficiente para alcanzar los asteroides superiores. Eso le daría una ventaja considerable pues podría realizar un salto final y llegar a la meta con un buen avance, con suerte suficiente para poder superar unos cuantos pilotos. Tenía claro que no iba a conseguir el podio pero al menos no quedaría última.
Cuando llegó a la parte final de la vuelta puso su plan en marcha. Hizo correr a Zeljo por la pared en línea recta, perpendicularmente al circuito. El propulsor parecía confundido pero siguió saltando. Se escucharon murmullos entre la multitud pero Tiioya los ignoró y confío en su montura que pareció finalmente entender sus intenciones. Salto a salto el propulsor subió por la escarpada pared y, al llegar al borde, Tiioya inclinó su torso hacia atrás tirando a la vez de las riendas mientras flexionaba sus rodillas a la vez que Zeljo - que se había agarrado con sus tres garras al borde del saliente. Piloto y jinete salieron disparados hacia atrás haciendo un mortal - Tiioya gritó eufórica en el aire mientras el mundo daba vueltas a su alrededor. Tenía la plataforma más alta a tocar, podía lograrlo. Pero entonces Zeljo se distrajo, Tiioya estaba demasiado relajada y no advirtió que el propulsor se había puesto demasiado nervioso al ver tanta altura. Intentó calmarlo y controlarlo con las riendas pero fue demasiado tarde. Zeljo se había movido demasiado en el aire cambiando su posición y encongiendose en una bola. Era la posición defensiva que usaban antes de un impacto. Chocaron de costado con el asteroide ligero. Un crujido de costillas rotas siguió al impacto y los dos se precipitaron en picado hacia el pantano. Sin embargo, Tiioya consiguió saltar a tiempo y cayó con fuerza al polvoriento suelo mientras cruzaba rodando la línea de meta. Detrás suyo, Zeljo se hundió en el agua con un gran estruendo. Tiioya se cubrió la cabeza mientras el suelo vibraba y, a su alrededor, los últimos jinetes cruzaban la meta. Una vez pasado todo, Tiioya levantó temblorosa la cabeza, su cara y pelo marrones de polvo y tierra. Le dolía todo el cuerpo, parecía que tenía el hombro derecho dislocado. Alzó la vista hacia el marcador que colgaba de la torre de vestuarios. Quinta! Había quedado a mitad de la tabla, en su primera carrera! Se levantó magullada y lanzó un grito de alegría, mientras detrás los organizadores sacaban al pobre Zeljo del agua. Se había desmayado, probablemente por la falta de combustión y el golpe en las costillas.
De repente, Tiioya se dió cuenta que había hecho algo inusual, había cruzado la meta sin montura. Técnicamente, no era ilegal - solo contaba que el piloto cruzara la meta. Aunque, naturalmente, los demás pilotos la miraron asqueados. No había sido una maniobra limpia, dañando a su propulsor en el camino. Pero, en ese momento, a Tiioya le daba igual.
Levantó la cabeza y vio que una zona de las gradas estaba incendiada y un nhol gritaba mientras dos gigantes de seguridad lo sacaban del estadio cogiéndolo por su diminuta cabeza. Estúpidos pirómanos, no pueden estarse quietos - pensó Tiioya. Acto seguido, buscó instintivamente en la multitud mientras hacía visera con la mano para protegerse del sol. Pero enseguida se dió cuenta que no tenía a nadie con quién celebrarlo y sintió un gran vacío. Pensó en visitar a Zeljo en la enfermería pero solo había alquilado la montura para la carrera. Lo más seguro es que no lo volviera a ver nunca más; además, tenía vergüenza de mirarle a los ojos después de cómo le había tratado.
Y en ese momento, decidió que estaba sola en esto, que no valía la pena ese instante, sino tirar hacia delante. Era eso o dejarse aplastar por el mundo.
Bravo per la Tiioya!